CUIDADOS Y SOLIDARIDAD EN MI BARRIO

El estado de alarma y el confinamiento visibilizan algunas de las deficiencias en materia de vivienda y recursos de muchas familias, a su vez despiertan redes de solidaridad vecinal para paliarlas.

Así surge la red de apoyo del barrio de San Pablo en Zaragoza.

El barrio de San Pablo (también conocido como El Gancho) esta acostumbrado a vivir en la calle. En él conviven familias que lo habitan desde hace varias generaciones y recien llegadas; es una de las zonas con mayor diversidad cultural pero también de las más empobrecidas.

Una de las primeras medidas para contener la pandemia del Covd-19 fue el cierre de los centros educativos y la implantación del teletrabajo. Para todas quedarse en casa ha supuesto un esfuerzo, sin embargo no ha sido igual el impacto que ha generado en cada famila.

Ante esta situación comienza a funcionar la red de apoyo, que ha sido posible gracias al trabajo comunitario previo a la situación de alarma.

La red comenzó al inicio de la pandemia a través de un grupo de whatsapp del que ya formamos parte más de 60 personas y que ha puesto a disposición un número de teléfono y un correo electronico para canalizar las demandas.

La primera actuación fue la realización de carteles para colocar en todas las tiendas y portales del barrio con este teléfono y a partir de aquí se comenzó a funcionar.

  • El consejo de salud y el centro médico empezaron a conectar personas enfermas o con síntomas con sus vecinos para ofrecerles la posibilidad de hacerles la compra, buscar medicamentos y pasear a sus mascotas.
  • Otro grupo que se creó fue   el de cosido de mascarillas y batas que se han repartido por residencias de ancianos y en el centro penitenciario de Daroca.
  • «Liberar a Wifi». La brecha digital existented en  nuestro barrio ha hecho que muchos vecinos y vecinas liberen sus redes, también el préstamo de dispositivos (Tablet, ordenadores…) está posibilitando que muchas/os  menores puedan seguir en contacto con sus centros escolares.
  • Por último también están las situaciones más críticas, las de aquellas personas que necesitan productos de primera necesidad y que con la aportación económica de muchas/os de nosotras/os  se van resolviendo.

El confinamiento es difícil para todo el mundo pero a muchas personas las ha puesto «contra las cuerdas» por eso descubrir en tus propios vecinos y vecinas este tejido solidario es un signo de esperanza en medio de tanto dolor y sufrimiento.

Para nuestra familia ha sido un descubrimiento en dos aspectos muy importantes, uno conocer a tantas personas en nuestro propio barrio que se movilizan y ponen su tiempo y dinero al servicio de los demás y por otro sentirnos agradecidos de lo que tenemos y de lo que podemos compartir.

Esa iniciativa que se ha puesto en marcha en diferentes barrios de nuestra ciudad  ha venido para quedarse.  Ha reforzado lo ya existente y ha posibilitado a muchas y muchos, como nuestra familia, a unirnos  a esta ola de cuidados, en especial, de las personas más vulnerables. Ha hecho que cada persona ponga lo mejor de sí misma, dejando a un lado sus intereses particulares, ideologías, etc para trabajar por el  bien común.

La rápida  respuesta en el grupo ante  cualquier demanda de ayuda es abrumadora, la disponibilidad para cualquier tipo de tarea consigue que cada vez que  se llega a una persona, una familia se produzcan milagros cotidianos que nos hacen seguir creyendo en la Humanidad.

Personalmente me siento agradecida a quien me invitó a participar, pero sobre todo agradecida de poder tejer solidaridad y seguir creyendo que nuestra mayor fuerza está en lo comunitario.

Agradecida de esta oportunidad que se me ha regalado para ser y estar.