La batalla contra la malaria está perdida

El saludo habitual a primera hora del día, tanto en la lengua nacional como en la oficial, se traduciría como un “¿Cómo has pasado la noche? ¿Cómo están todos de salud en la familia?”. Incluso es habitual gastar los pocos SMS que tengamos en el teléfono para preguntar por la salud al resto de la familia, antes de empezar el día. Y esto tiene sentido porque la salud en apenas horas puede verse comprometida en realidades como las de Angola.

La malaria es la causa principal de muertes en Angola. La mortalidad afecta sobre todo a menores de cinco años y a mujeres embarazadas. Angola es el décimo país a escala mundial que menos invierte en salud y en 2022 ha sufrido un recorte en el presupuesto destinado a prevención y cuidados de la malaria del 50%. Este es el escenario en el que celebramos hoy, 25 de abril, el día mundial de lucha contra la malaria. Un día para que tomemos consciencia que la batalla contra la malaria está perdida.

África registra el 94% de los casos y muertes por paludismo o malaria en el mundo. Un 3% en Asia, 2% en oriente y 1% en América. Quizás por esto, por la poca incidencia que tiene en los países más desarrollados, aún no se considera un problema de salud pública a nivel mundial.

Ahora que toda la humanidad ha vivido la experiencia de la fragilidad en la enfermedad, del miedo en el riesgo de contagio, de la incertidumbre en la salud personal y comunitaria, de la esperanza en medicamentos y vacunas que palien la pandemia…

Ahora que todos hemos aprendido que las medidas de contención son necesarias y que es necesario conjugar varias medidas para poder evitar contagios. Ahora, quizás podemos imaginar mejor lo que supone a una persona, a la familia, a una sociedad, convivir con la enfermedad y con la muerte. Somos capaces de tener mayor empatía porque hemos tenido una experiencia próxima que nos ayuda a entender otros contextos, es la hora de que le demos la importancia real y necesaria que tiene lucha contra la malaria.

La solución pasa por atacar al transmisor (el mosquito) que se alimenta en un medio con todas las condiciones para la proliferación masiva (basura, aguas estancadas, aguas residuales, saneamiento básico precario,…) Y este es un asunto que no depende únicamente del comportamiento de la población, tiene que ver con mejora de  infraestructuras, con políticas públicas, con gobiernos y con ejecución de fondos para tratamiento de residuos y mejora de las condiciones de salud pública.

Las personas pueden utilizar mosquiteros, insecticidas y repelentes (químicos en piel y aire); sin embargo no es suficiente. Estamos perdiendo la batalla contra un animal tan pequeño. Misevi en Angola, desarrolla iniciativas para promover información, sensibilización, educación y compromiso, tanto personal como comunitario, en relación a la gestión del medio ambiente, a la prevención de enfermedades y al tratamiento correcto y clínico delos problemas de salud, especialmente en los menores.

Mientras hacemos esto, seguimos esperando la vacuna eternamente prometida a lo largo de décadas y ahora con nuevas esperanzas por los descubrimientos y nuevas tecnologías que nos ha traído la pandemia de COVID-19. Sin embargo esto no es suficiente, la malaria sigue ganando la batalla.

Es necesario una intervención a diferentes niveles, gobiernos nacionales e internacionales, comunidades locales y personas, para poder ganar la batalla contra la malaria. ¿Por qué no lo hacemos? Ahora podemos culpar a la Pandemia de Covid-19 porque aun siendo menos beligerante y mortífera, ha robado todas las atenciones y desviado muchos recursos.

La malaria puede llegar a ser cerebral y deja huellas imborrables, sobre todo en la infancia, en el desarrollo evolutivo de los menores; marca el ritmo de producción de la industria, controla el nivel de ingresos en las familias con trabajos diarios, provoca absentismo escolar, limita la vida productiva de los adultos, compromete la economía familiar porque muchas veces no hay medicamento en el hospital y es necesario comprarlo, dejando de comer para poder tener acceso a la medicación.

La malaria ataca a los más vulnerables con mayor fuerza,… y mata, la malaria mata sin piedad. Porque la malaria si no se trata, no pasa. No es como otra infección que puede ser superada por el propio organismo. La reproducción del parásito que multiplica exponencialmente la infección solo se detiene con fármacos. Y para la población vulnerable, la mayoría de la población mundial, es mayor el riesgo de muerte, porque la anemia y desnutrición severas son compañeras de la malaria y complican el cuadro de infección generalizada.

Y ¿para qué y por qué celebramos todos los 25 de Abril el día de lucha contra la malaria? Quizás para que nos demos cuenta de que todos los años marcamos una fecha lejana para la erradicación de la malaria (2035 es el nuevo plazo) y seguimos perdiendo la batalla por no contar con la decisión política de erradicarla.

Existen fechas conmemorativas y otras reivindicativas y esta, la de la lucha contra la malaria, es reivindicativa. Es imprescindible alzar la voz, denunciar públicamente, reivindicar el derecho a la salud, cuestionar y cuestionarnos: 

¿Por qué no hay todavía una vacuna eficaz?, ¿por qué no existe voluntad política de solucionar esta realidad que cada año se cobra más de 1 millón de vidas?, ¿cuánto se invierte en medicamentos y fármacos para tratamiento de paludismo y malaria?,¿cuántos intereses hay en torno a esta industria farmacológica?

Es necesario invertir continua y contundentemente en la prevención y el control de la malaria. Mientras esto no suceda, seguiremos celebrando días internacionales de lucha contra la malaria, constatando con vidas humanas que seguimos perdiendo la batalla. Ojalá un día no tan lejano en África sea posible un saludo matutino solo con un buenos días, sin tener que preguntar cómo está la salud de todos al iniciar la jornada, porque en horas la salud puede complicarse mortalmente.