Experiencia misionera de Juan Miguel en Bolivia

Es lunes, siete y media de la mañana, en la plaza de Sacaba se reúnen autoridades municipales y militares, junto con alumnos de algunas escuelas, uniformados y perfectamente alineados, también algunos padres y transeúntes. Cantan el himno nacional, la banda de música suena con disciplina marcial.
Esta muestra de respeto me recuerda la India, donde incluso en los arrabales de las grandes ciudades, antes de iniciar la sesión de cine, todo el mundo canta el himno puesto en pie.

Soy Juan Miguel, de Mallorca, osteópata y quiropráctico, he realizado un proyecto de terapia física, en Cochabamba, Bolivia.  La cooperación forma parte de mi compromiso profesional.

Muy satisfecho con el programa de trabajo realizado durante tres meses, casi cuatrocientos tratamientos repartidos entre los pacientes del centro médico «Virgen de África» y el centro «Sigamos» para chicos con capacidades diferentes que coordina la ONG MISEVI. También esporádicamente en la prisión de Sacaba.  Ha sido muy interesante e intenso, toda clase de diagnóstico, síndrome de Down, parálisis cerebral, disfunción intelectual, hemiplejia, escoliosis, parálisis facial, etc. También he realizado un taller de osteopatía para los estudiantes de fisioterapia de la Universidad de Aquino, a petición de su jefe de carrera.  Todo de forma voluntaria.

Practico una terapia que incluye la escucha del paciente, porque la escucha profunda ya es terapéutica. He podido compartir mis técnicas de trabajo con colaboradores, especialmente la osteopatía cráneo sacral. Y explicar mis experiencias de voluntariado por el mundo, Perú, Honduras, Nepal.  Esta clase de interacción crea sinergias muy positivas, y si alguien toma el testigo habrá valido la pena.

El mensaje del Papa Francisco (marzo 2019) sobre el trabajo cooperativo, recuerda como éste es una forma efectiva de mejorar nuestra sociedad, con el que se desarrollan importantes valores como las relaciones humanas, distintos de los meramente económicos, que mueven gran parte de este mundo globalizado en el que vivimos.

Siento que ha sido una colaboración productiva, con mi labor he podido contribuir a la adquisición de diverso instrumental médico para el centro de salud, como un esterilizador de utensilios y un nebulizador.  He conocido personas extraordinarias, un auténtico equipo de profesionales con vocación social, dedicación y entrega.

Me cuentan que hace tan solo quince años, cuando empezaron con el proyecto «Sigamos» en MISEVI, la gente escondía en sus casas a los chicos que tenían alguna discapacidad, algunos los encontraban atados.  Afortunadamente todo esto ha cambiado radicalmente.

Germán y Delmy, misioneros de MISEVI, dirigen un programa excelente, también con atención a mujeres afectadas por violencia de género, un referente de trabajo social bien hecho y con plena dedicación.  Un millón de gracias a esta familia por su hospitalidad generosa y por compartir su casa misionera.  Un abrazo muy fuerte.

A toda la gente fantástica que he encontrado en Bolivia y a vosotros que leéis estas líneas os dedico una canción que un día me enseñaron unos jóvenes jesuitas hindúes:
« Aunque yo lo ganara todo,
de nada me sirve si no me lleva a Ti,
no me detengan los vientos ni las tempestades,
del rumbo que no lleva a la vida.
En la pupila del que sufre miro lo que haces por el mundo,
y se ensanchan mis sueños
y mi alma se embarca con Cristo en el corazón.
El corazón en el horizonte,
no hay confines no hay fronteras.
Sólo Dios mi esperanza »