Entrevista a Virginia Calvo: DOMUND 2016

«Sentir que todos somos responsables de todos es un desafío para nuestra cultura del bienestar»

La malagueña Virginia Alfaro Calvo asegura que los laicos como ella continúan siendo algo atípico dentro de las misiones

Melanie Soler | La Opinión de Malaga 24-10-16

 

Lo que comenzó a los 21 años como una aventura de dos meses para ayudar a los demás se han convertido en un modo de vida, un periplo que le ha llevado a estar 18 años en Honduras, ocho en Mozambique y ahora comienza una nueva etapa en Angola. Esta malagueña nacida en Fuengirola asegura que la capacidad del ser humano de convertir lo negativo en oportunidad es algo que sigue sorprendiéndole

A sus 48 años, Virginia Alfaro asegura que partir después de sus vacaciones en Fuengirola siempre es difícil. Sin embargo, allí donde va, la pobreza y las injusticias conviven con la esperanza y la transformación. «Hay que vivirlo para poder entenderlo», explica.

 

Más de 25 años dedicada a las misiones en varios países, ¿imaginaba que sería así cuando lo hizo por primera vez o era una experiencia aislada?

Me inicié siendo muy joven, con 21 años, y no creo que en ese momento tuviera un horizonte claro de lo que sería mi vida. Como joven inquieta, abierta, buscadora de oportunidades, de desafíos, lo viví como una experiencia personal, de dos meses, una aventurilla… Aún estaba en la universidad y ni me hacía a la idea de que esa experiencia fuera a dar sentido a mi vida. Participaba en una asociación juvenil (JMV) que ofrecía la posibilidad de ser enviado un par de meses a compartir en una cultura diferente, una sociedad distinta? En principio esa idea de ir a ayudar a otros es la motivación fundamental, luego descubres que tú no das nada, en relación con lo que recibes. Que la que realmente eres ayudada eres tú. Te cambia la vida, los esquemas, la manera de percibir la realidad. Esos dos meses se transformaron en dos años y en otros dos, y en otros dos y en los que Dios quiera.

 

Ser misionero se identifica normalmente con sacerdotes y monjas, sin embargo usted es laica. ¿Es algo común en la actualidad o continúa siendo atípico?
Los laicos, todos los bautizados, somos mayoría absoluta en la Iglesia. Sin embargo, de forma errónea, entendemos que el mayor compromiso de fe lo viven los sacerdotes o religiosas. Cada cual tiene su vocación y la invitación a vivirla en plenitud, cada uno a su manera. Como religiosa en una congregación o como sacerdote es una de las opciones. Otra es como laicos. Como familias, como profesionales en la sociedad, como misioneros fuera de nuestra tierra; cada uno recibe la invitación a descubrir cuál es su lugar en la Iglesia y en la sociedad. Misevi es una ONG para el desarrollo y una organización eclesial. La formamos laicos y somos atípicos, sí. Jóvenes y adultos con un compromiso misionero que se hace presente en diferentes contextos de exclusión que busca los recursos para hacer sostenible y efectiva esta maravillosa misión. Somos atípicos y también desconocidos? La sociedad española sigue considerando que la Iglesia es de curas y monjas. La Iglesia somo todos y en su mayoría somos laicos.

 

¿Qué lleva a una mujer que vive en una ciudad con uno de los índices de calidad de vida más envidiables, según ciertos informes, a irse casi de forma indefinida allí donde la pobreza campa a sus anchas?
Me encanta Málaga y ¡me encanta Fuengirola! Indudablemente es un lugar estupendo para vivir. Mis vacaciones son una maravilla, y cuando se acaban siempre me cuesta volver a salir. Lo más importante es poder estar con la familia, compartir con los amigos, reencontrarte con la cultura, disfrutar de todo lo maravilloso de nuestra tierra: el clima, la playita? Sin embargo, salir de nuestro entorno, de nuestra cultura, es un desafio muy enriquecedor. Los contextos de pobreza, de exclusión social, de violencia, son difíciles de gestionar? No son cómodos ni atractivos como lo es nuestra Costa del Sol. Pero hay otras motivaciones: de fraternidad, de justicia social, de solidaridad, que hacen que esos contextos tan difíciles se conviertan en espacios de esperanza y transformación. Eso hay que vivirlo para poder entenderlo, es una maravilla difícil explicar.

 

Tendrá miles de historias, vivencias y anécdotas guardadas en su memoria, ¿con qué se queda?, ¿qué no se ha borrado a pesar del paso de los años?
Acompañar la vida de personas te enriquece. Creo que lo que no se borra, lo que perdura y nunca deja de sorprenderme es la capacidad de resiliencia de las personas con las que comparto procesos a lo largo de la vida. La muerte, el dolor, el sufrimiento, la enfermedad, la opresión, la violencia, la exclusión, los desastres naturales, la incertidumbre del futuro próximo, siempre están presentes. Pero también lo están la esperanza, la ilusión, la superación y la resistencia. El ser humano es un maravilloso misterio que nunca deja de sorprenderme, y su capacidad de transformar lo negativo en oportunidad y su fuerza renovadora me admiran y me ayudan cada día.

 

¿Somos conscientes de lo que sucede más allá de nuestras fronteras y lo que leemos a través de nuestros smartphones?
Creo que existe una gran diferencia entre tener información, saber, y tener conocimiento de algo que existe, que es real… Las imágenes, las informaciones y los testimonios nos proporcionan esa información. Ese es el nivel cognitivo. Pero hay otro nivel más profundo y es el que nos toca porque lo sentimos, porque es parte de nuestra vida, y no es sólo una información. Se transforma en una forma de consciencia, en un hecho que nos afecta, que nos hace reaccionar, que nos motiva e impulsa a querer transformarlo. Vemos imagenes todos los días de emigrantes ahogándose en nuestro Mediterráneo, pero no sentimos ni la humedad del agua, ni cómo pica la sal en nuestra piel, no es nuestra vida. Nos sigue preocupando, y por tanto reaccionamos, ante lo que nos afecta en nuestro entorno inmediato, lo que directamente influye en nuestro medio. Hacer nuestras las realidades de todos pasa por un ejercicio de solidaridad que necesita algo más que información.
Es preciso vivir el valor de la fraternidad universal, sentir que todos somos responsables de todos. Este es un gran desafío para nuestra cultura de bienestar.

 

¿Que urge más, allí donde ha estado?
En Misevi desarrollamos intervención comunitaria en contextos de exclusión procurando la participación activa y el liderazgo de las poblaciones locales en la búsqueda de alternativas. Eso se traduce en que la urgencia no es sólo atender necesidades básicas, que a veces también lo es, sino en ir más allá. En el largo plazo. Nuestra misión es dinamizar recursos (formación, gestión, logística, movilización?) para que quienes viven en esos contextos puedan articular dinámicas de cambio social. Esta es la prioridad: que las comunidades locales puedan ejercer dinámicas de cambio social que favorezcan la inclusión y hagan efectivos los derechos fundamentales.

 

Después de ocho años en Mozambique se instala en Angola, ¿por qué ese cambio?

¡¡Uy!! La vida son cambios, experiencias diferentes y la intervención social son etapas, programas y proyectos que se inician y se dejan caminar. Salimos a finales de 2015 de Mozambique y acabamos de llegar a Angola y aún estoy conociendo esta cultura. En el futuro, Dios dirá. Olopandu Ku Suku. (Gracias a Dios en lengua Umbundu).

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