COVID-19 desde la mirada de Oliver

Cada día, cuando llego a la enfermería de mi trabajo en la cárcel, hay una persona que nos recibe con una gran sonrisa. Se llama Oliver y es congoleño. Esa luz que refleja su sonrisa representa la fuerza, la lucha y sobre todo la alegría de tantas personas que aún viviendo en situaciones de desigualdad y pobreza extrema (que nunca podemos ni imaginar, salvo que nos decidamos a mirarlos como nuestros hermanos) elijen caminar por la vida con toda la dignidad de la que son capaces. Oliver, que trabaja ayudándonos a limpiar la enfermería del centro,  es fuente continua de inspiración,  me enseña muchas cosas.  Ha tenido una vida llena de dificultades (hambre, ébola, malaria y mil cosas más), pero eso no le ha impedido estar dispuesto a recibir la belleza de la vida. Creo que para recibir esta belleza, y experimentar gratitud, es necesario haber vivido una vida transformadora. Con esa mirada contemplativa de la Vida de Oliver, he tratado de vivir y estoy viviendo este tiempo de pandemia de coronavirus…

Es una experiencia que nos está enseñando a atender, por fin, a nuestra vulnerabilidad, a acogerla, aceptarla y elegir seguir…pero desde “otro lado”, siendo. Y es que a la misma vez que hay situaciones de profundo dolor-muertes de personas muy queridas sin poder despedirse , vivencias personales de enfermedad,  personas viviendo en soledad, gentes con auténticas tragedias en los hogares por maltrato, pérdida de trabajo, evidencias de incremento de desigualdades e injusticias sociales, etc. – a la misma vez y paralelamente brotan,, como la primavera, otras vivencias que nacen de un verdadero sentimiento de fraternidad, de deseo de que todos y cada uno de los que poblamos esta tierra podamos recibir un pedacito de cielo. Y es que multitud de personas están dispuestas a tender una mano a quien más lo necesita, llegando a todos los rincones, a todas las almas…Pero de una manera natural, sin artificios y a la vez con gestos llenos de ternura. Esto es muy esperanzador. Un auténtico regalo de Vida. Y contagioso..

Además de atender a nuestra vulnerabilidad y aceptarla y movernos a la acción y servicio hacia los otros –que son ”yo”-creo que este tiempo me está enseñando a evitar juicios que no llevan a nada, y que nos hacen perder nuestro valioso tiempo…(no olvidemos que cada quien vive y muere, a veces, como puede).. ; A vivir más desde los otros…A tratar de acompañar de corazón…

Y, cómo no, el vivenciar esta pandemia me está dando más fuerza y mayor sentido a mi vocación misionera que nunca, para estar junto a quienes les tocó vivir situaciones muy desfavorecidas (para los que no habrá casi nunca ni mascarillas, ni geles hidroalcohólicos ni vacunas)

Con esta mirada contemplativa tuya, Oliver, que no deja de ser la de Jesús, quiero atreverme a mirar al mundo. Y a Dios en él.

Lucia Expósito

Misevi