Nuestra experiencia en el Simposio de Roma

José Manuel y Rocio nos cuentan su experiencia en el Simposio Internacional de la Familia Vicenciana que se celebró en Roma del 12 al 15 de octubre de 2017, con motivo del 400º Aniversario del Carisma Vicenciano.

Al principio éramos un par de personas, cada cual con su propio pasado, sus experiencias vitales y sus anhelos. Cada cual llegó a Juventudes Marianas Vicencianas a través de un camino distinto y fue recorriendo una parte de su proceso catecumenal.

Y en el seno de JMV nos conocimos, compartimos amistades, proceso catecumenal y crecimiento; empezamos a sentirnos DOS, unidos en anhelos y en la fe. Y se inició nuestro proyecto de pareja, nuestro camino en la vida y en JMV tomados de la mano. Y todo venía cargado de emoción y ternura.

Y un día decidimos que Dios y la Comunidad formarían parte esencial de ese proyecto. Y todo se iluminó de otra forma cuando Dios y la Comunidad bendijeron nuestro matrimonio. Y fuimos, con Él, tres personas viviendo una misma vida, una historia para plasmar en cada momento todo lo que la familia, el proceso en JMV y la Comunidad nos habían ayudado a madurar.
En ese proyecto de Dios con nosotros el hogar se teñía de colores que jamás habríamos soñado: hijos, retos, regalos, milagros… y nos fuimos convirtiendo en “sólo uno”. Amando juntos el día a día y saliendo juntos al encuentro de lo que el día siguiente nos trajera. Renunciando a todo aquello que supusiera un obstáculo y aplicando nuestra voluntad en aprovechar los diferentes dones y estilos personales con los que Dios nos ha bendecido para fusionarlos y seguir creciendo en amor y en frutos de amor.

Dentro de la Familia Vicenciana, Dios nos puso a uno en Misevi y a otra en AIC. Pero el compromiso es compartido porque en casa todo lo que suena a Familia Vicenciana suena a lo mismo: a buscar a Dios en la oración y a encontrarlo en el pobre aportando al servicio lo mejor de uno mismo.

Y así pasaron veinticinco años de matrimonio. Veinticinco años de conocernos y de re-conocernos.

Celebramos las bodas de plata en nuestra parroquia, junto a muchos amigos que forman parte de nuestra comunidad de fe. Conseguimos organizar un viaje para recrearnos durante unos días y sincronizarlo con el simposio por el 400 Aniversario del Carisma Vicenciano en Roma, de manera que pudimos disfrutar juntos de muchos de los momentos que se vivieron allí.

Encontrarte en Roma con más de diez mil personas que proceden de más de cien países y sentirte conectado al momento con todas ellas es una experiencia conmovedora. Una amalgama de nacionalidades, edades, razas, asociaciones, idiomas, culturas… que no eran más que una muestra de los dos millones de vicencianos presentes en 150 países integrados en diversidad de asociaciones, congregaciones y formas de vinculación a esta gran Familia.

Todos inspirados por el carisma vicenciano, recibiendo con solemnidad el corazón de San Vicente y gritando jubilosos ante la llegada del Santo Padre. Enseguida sentimos la pequeñez de nuestro festejo de 25 años de matrimonio frente a la grandeza de estos 400 años de frutos del Carisma Vicenciano.

Cuánta conversión se produjo hace cuatro siglos en aquel corazón que pasaba junto a nosotros dentro de su relicario; cuánta sabiduría adquirió San Vicente para promover la caridad de las gentes, alocada al principio y mejor organizada cada vez. Y cuánto camino por recorrer nos queda a los vicencianos de hoy; cuánto por interiorizar la Buena Nueva, cuánto sudor por entregar; cuánto por aprender a trabajar juntos, cumpliendo una misma misión en este mundo.

El discurso que pronunció el Santo Padre Francisco durante la audiencia con la Familia Vicenciana del 14 de octubre resumía con tres verbos las pistas que mejor nos pueden ayudar a nivel personal para seguir caminando en ese sentido:

  • ADORAR: Ponerte ante el Señor con respeto, con calma, haciendo silencio para darle a Él la iniciativa. Abandonarte con confianza y permitir que te empape, que te ablande, que desaparezcan tus corazas y que alcances tu mayor apertura y disponibilidad por los demás.
  • ACOGER: No sólo como “hospedaje del otro”, sino yendo más allá, redimensionando el propio yo. Remodelar y enderezar el pensamiento, hasta entender y aplicar verdaderamente que la vida no es tu propiedad privada y que el tiempo no te pertenece.
  • CAMINAR: Quien ama no se apoltrona esperando que acontezca un mundo mejor, sino que, con entusiasmo y sencillez, se levanta y se pone en marcha para construirlo.

Y el Padre Tomaz Mavric C.M, nuestro Superior General, lo complementó en la homilía de la solemne eucaristía de clausura del día 15, recordándonos que el carisma vicenciano es una forma de vida porque Jesús presentó ante San Vicente a los pobres en el centro de la misión; ellos están en el centro de su plan de evangelización, en el centro del Reino. Vicente quería seguir a Jesús por este camino y ésa es la senda que nos muestra a nosotros.

La pequeña semilla plantada por San Vicente se ha desarrollado como el árbol de la Familia Vicenciana, del cual brotan abundantes ramas. No debemos dejar de regar, podar y abonar este árbol participando activamente en nuestras asociaciones con esa conciencia de Familia, involucrándonos para que, con la Gracia de Dios, el árbol pueda crecer en profundidad, altura y espesor.

Muchas ramas en un solo árbol; muchas personas profundizando en un mismo Carisma; diversas asociaciones para atender a una sola misión, que debemos compartir para ser más afectivos y efectivos, no sólo con el pobre sino entre nosotros mismos.

Tenemos una larga historia detrás y ahora debemos tomar impulso aspirando a ser realistas pero aún más audaces, arraigados en la fe pero más adaptados a los tiempos, enriquecidos por la experiencia pero capaces de absorber ideas y capacidades de las nuevas generaciones, viendo siempre el rostro de Jesús en el pobre y al pobre tras el Mensaje de Jesús.

Hacer realidad la misión compartida en la Familia Vicenciana puede no ser fácil al principio; se nos antojan paralelismos con nuestra experiencia de matrimonio: cada uno aporta lo que es pero por amor y por voluntad explícita cada uno también se desprende de una parte de sí, conoce y re-conoce al otro, lo acoge y fusionan sus cualidades para hacer brotar nuevos frutos de amor, nuevos proyectos y nuevas formas de afrontarlos. Y al hacerlo nuestra vida vicenciana se tiñe de nuevos colores, jamás imaginados hasta ahora.

El Superior General también aporta muchas pistas para progresar como Familia Vicenciana:

  • Partir de una espiritualidad profunda, un encuentro con Dios que nos orienta a la Misión.
  • Ser apóstoles en la oración y contemplativos en la acción, de manera que oración y acción se combinan en todo momento.
  • Vivir como “místicos de la caridad”, encontrando a Jesús en el pobre.
  • Profundizar en nuestra cercanía a los santos y beatos de la Familia Vicenciana.
  • Cultivar nuestra formación integral, en todos sus aspectos: humano, espiritual y profesional.
  • Colaborar estrechamente con todas las ramas y miembros de la Familia Vicentina.
  • Participar más decididamente en el camino del modelo de “Cambio Sistémico”, que libera a los pobres de sus vínculos como víctimas, para convertirse en socios igualitarios.
  • Colaborar con otros grupos, organizaciones e instituciones ajenas a la Familia Vicenciana que comparten nuestros mismos objetivos y visión, a nivel local, nacional e internacional.

Cuatrocientos años pasados de los que aprender para mirar al futuro con los ojos de San Vicente, que aún hoy nos sigue desafiando: “Por tanto, nuestra vocación consiste en ir, no a una parroquia, ni sólo a una diócesis, sino por toda la tierra; ¿para qué? Para abrazar todos los hombres, hacer lo que hizo el Hijo de Dios, que vino a traer fuego a la tierra para inflamarla de su amor. ¿Qué otra cosa hemos de desear, sino que arda y consuma todo?” (SVP, XI, 559)

Sólo nos queda dar gracias a Dios por la oportunidad de celebrar así nuestro aniversario; nos sentimos bendecidos por pertenecer a esta Familia que se extiende por toda la tierra. Damos gracias también por los dones recibidos, por el don que supone pertenecer a la Familia Vicenciana y por el tiempo de gracia que supone la celebración del 400 aniversario del Carisma Vicenciano.

José Manuel y Rocío

Discurso del Santo Padre durante la audiencia del día 14.
Homilía del Superior General en la eucaristía de clausura.